viernes, 28 de octubre de 2011

El árbitro, el buen árbitro y el árbitro de élite. (Pedro Pérez Montero)

Cuando empecé a redactar el artículo, tenía muy claro a quién quería dirigirlo, a todos los árbitros en general, pero a los “niños árbitro” en particular. Y lo tenía claro, porque yo también fui uno de esos niños que comienza su aventura dentro del mundo arbitral, y con 11 años hice mi primer partido como asistente, y al igual que yo, la gran mayoría de los que hoy están en la élite del arbitraje español. Comenzaron muy, muy jóvenes, todavía  siendo niños. Por ello, sé que todos os haréis las siguientes preguntas… ¿cómo se llega? ¿Qué requisitos, capacidades y cualidades tiene que tener un árbitro para llegar al fútbol profesional? ¿Qué tengo que hacer para cumplir mi SUEÑO?
      Para comenzar habría que saber qué diferencias hay entre un árbitro, un buen árbitro y un árbitro de élite.
     De todos es sabido que para ser árbitro, cuando empezamos en este mundillo, lo mínimo que se exige es una condición física óptima para la práctica del deporte y un conocimiento de las reglas de juego. Con ello y con las apreciaciones que hayamos desarrollado sobre el juego (cualquier aficionado al fútbol, sabe lo que es falta y lo que no, lo que no conocen es cómo se sanciona y el sustrato legal que lo ampara), es suficiente para arbitrar un partido de fútbol base. Pero para catalogar a un árbitro como buen árbitro, son necesarias otras muchas cosas con la que argumentar y sostener dicho calificativo. Entonces…
     ¿Qué condiciones debe tener un buen árbitro? Todo aquel árbitro que quiera ser considerado como un buen árbitro, aparte de una buena condición física y un profundo conocimiento en reglas de juego, debe haber forjado un estilo propio de arbitraje, acorde a lo que el fútbol (y por ende el arbitraje) actual demanda, y ¿cómo se desarrolla un estilo de arbitraje? Aparte de nuestras propias vivencias y experiencias tanto en el terreno de juego como en las clases, todos necesitamos unos referentes, unos iconos en los que fijarnos, para así adhesionar a nuestro estilo arbitral todo lo bueno que nos gusta y muestran nuestros modelos, a los cuales observamos semanalmente en la televisión o vemos en el estadio.
Hay que analizar los árbitros que se encuentran actualmente en la élite, su forma de señalizar, de sancionar, de moverse y posicionarse en el terreno, sus gestos, cómo muestran las tarjetas…etc. Y pensar “lo que hace, me gusta y lo quiero para mi forma de arbitrar”. Todos tenemos y hemos tenido nuestros propios modelos. Yo siempre me he considerado un devorador de fútbol, veía y veo todo lo que puedo, pienso que es la mejor forma de aprender y entre mis referentes, me encantaba, por poner un ejemplo, la elegancia en el terreno que mostraba Luis Medina o la discreción con la que controlaba el partido Rafael Ramírez.
Los jóvenes árbitros podéis aprender y desarrollar vuestro  propio estilo, visionando los grandes árbitros españoles del momento, como Fernández Borbalán, Velasco , Undiano,  etc., entre otros. Aquí mismo en Andalucía tenéis grandes árbitros en la élite, tanto en 1ª,2ª como en 2b, cercanos a vosotros y a los que podéis acceder con facilidad, y aprender de su experiencia y plantear vuestras dudas e inquietudes. Pero para ser un buen árbitro se necesita más, se necesita conocer “el espíritu de las reglas”, no basta con saber el texto muy bien, se necesita interpretarlas de manera correcta, saber lo intrínseco de cada una de ellas y qué se pretende con ella, porque las reglas “surgen de la necesidad de crearlas, de la necesidad del juego”, ya que en sus principios, el fútbol nació sin regla alguna.
 Con todo lo dicho, estaréis conmigo en que hay muchos buenos árbitros, pero que nunca llegan a la élite del arbitraje. ¿Cuál es el motivo?  Yo he conocido a buenos árbitros, con todas las capacidades y cualidades que se necesitan, con un gran estilo de arbitraje, pero que no creían en ellos mismos ni en sus posibilidades reales para llegar, abandonando su SUEÑO a las primeras de cambio o rindiéndose fácilmente al menor problema, y  para el que no lo sepa, “transmitimos lo que sentimos”, si no tenemos seguridad propia, si no creemos en nosotros mismos, ¿quién nos va a creer?
Hay otros (y os sonará la situación), que buscan en Agentes Externos a ellos, los culpables y la justificación a sus fracasos deportivos. Echan la culpa a esto y aquello, pero nunca a sí mismo y quizá a una posible falta de trabajo, entrenamiento, estudio, etc ya que es más fácil “echar balones fuera”, que “coger el toro por los cuernos”. Si analizáis ambas situaciones, podéis sacar en conclusión que hay un elemento común a todo aquel que se muestra de esta manera, está evidenciando una carencia de “FORTALEZA MENTAL”, un factor decisivo para llegar a lo más alto y que a la inversa con los anteriores, es algo común a todos los deportistas de primer nivel y por analogía, común a los árbitros de elite. Todos poseen esta fortaleza. La diferencia entre los árbitros de élite y el resto, no se encuentra en otro lugar que en esta fuerza mental. Una fuerte personalidad y gran carácter imprescindible para dirigir partidos del máximo nivel.
El fútbol de élite, demanda especialistas, personas muy preparadas, que aparte de una excelente condición física y un gran conocimiento de las reglas y su espíritu, mantengan el “Control del partido” en todo momento, antes, durante y después del mismo, sean estables emocionalmente, estén por encima del ambiente del partido, dominen sus miedos, no le afecten las presiones y tensiones en la toma de decisiones, no se dejen mediatizar por medios de comunicación, entidades deportivas, presupuestos multimillonarios, hombres ni nombres... En definitiva, personas con un equilibrio de todas esas cualidades y mentalmente fuertes.     

“Sólo consigue su sueño, aquel que nunca, nunca, nunca, deja de perseguirlo”

(Fuente: www.cetara.es)

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